miércoles, 30 de octubre de 2013

La Novela Histórica - un género literario fascinante

Una forma literaria que me ha resultado fascinante desde hace tiempo, es la de la novela histórica.   Este tipo de literatura crea personajes que se cuelan entre los acontecimientos de su tiempo, participantes en las diferentes circunstancias, con una apariencia marginal.   Como toda novela nos emocionan, entretienen, nos educan, pero también nos dan una perspectiva diferente, lateral, del hecho histórico en sí.

Que recuerde, la primera novela histórica que leí fue La Guerra y La Paz, de León Tolstoy.   Con ella me introduje en la lectura de autores rusos escritores de diferentes géneros.   Esta narración del eterno Tolstoy, se desarrolla en aquella época dorada del siglo XIX, época influida por la terrible Revolución Francesa, exportada por Napoleón al resto de Europa, e incluso hasta las fronteras rusas.   Así, en un ambiente lleno de elegancia y aristocracia, afrancesado, la guerra hace despertar la identidad nacional de ese inmenso país, que no reconocía aún la riqueza de su cultura, el extraordinario poder de su gente.   Con una capacidad para desarrollar personajes de diversos aspectos de la vida rusa, tanto en lo político, económico, elitista e incluso de niveles del pueblo, surgen dos principales de una estatura romántica que nos conducen en el desarrollo de la misma.   En ella Pierre y Natasha, dos fantásticos personajes llenos de vida, curiosidad y transcendencia, transcurren con una naturalidad envidiable a través de los avatares de esa Rusia inmensa, que reitero, en su afán de evolucionar como una sociedad con una riqueza cultural inmensa, supera sus admirados modelos franceses hasta alcanzar su propia madurez como nación y potencia.  Esta obra ha sido llevada al cine por diferentes productoras, iniciando con la BBC (1972-1974), protagonizada por Sir Anthony Hopkins .

Otra novela histórica leida en la juventud fue Ivanhoe, aquella del escocés Walter Scott.   Creada en ese estilo de aventuras refrescantes, con personajes picarones con diálogos llenos de vivacidad, su lectura fue una delicia.  Recuerdo me la regaló una tía paterna en unas navidades, en una época en que se acostumbraba regalar jugetes... para mí fue un gran regalo.   Poco tiempo después vi al personaje en una serie de TV, que se hizo famosa y creo la pasaban en Teleantillas, protagonizada por el carismático Roger Moore, que tuvo el mérito de sustituir al escocés Sean Connery en el papel del espía más famoso del mundo: James Bond, 007.    Otra obra con características históricas de Scott, aunque con mucho más de fábula fue Robin Hood, llevada también al cine.   Cuando visité Edimburgo admiré la estatua de Scott, esa gran cultura, allí en la famosa Princess St, construida en pizarra de Livingston, y que aunque ennegrecida por la contaminación, es altísima, pero ante todo un justo tributo a las contribuciones de Scott.

Aparte de Robin Hood de Scott, otras novelas que a pesar de no ser históricas tenían ese sabor a nostalgia y que coqueteaban con la historia fue la de Los Miserables del inefable francés Victor Hugo; otro más reciente pero no menos grande fue el alemán Thomas Mann con novelas extraordinarias como lo son La Montaña Mágica y Los Buddenbrok.

Localmente, en nuestra República Dominicana, es conocida una novela histórica escrita a finales del siglo XIX por Manuel De Jesús Galván.  No es otra que la novela Enriquillo, protagonizada por el mismo personaje ilustre de la nobleza taína, descendiente de caciques, cuya rebelión en la Sierra del Baoruco, logró doblegar a los conquistadores españoles y firmar incluso la paz, en momentos en que se extinguían ya los aborígenes en nuestra isla.  Esta lectura fue leída por mí en el colegio, pues era uno de los libros de lectura obligada, y qué bien, pues nos inspira contar en nuestra patria con un héroe de las características de liderazgo que este exhibió.


En este año me dio por retomar el género que tanto refresca la memoria histórica, con nuevas lecturas.   Una amiga me prestó una colección de Los Reyes Malditos, de Maurice Druón, que relata la aciaga historia de los Reyes Franceses desde Felipe IV "El Hermoso " desde que fuera maldecido él y su descendencia, por Jacobo De Molay, Gran Maestre de la Orden Del Temple, cuando fue quemado en la hoguera (1314).  Son siete volúmenes, y la verdad, leí los cuatro primeros (El Rey de Hierro, La Reina Estrangulada, Los Ley De Los Varones), y estoy detenido en La Loba de Francia, restando luego La Flor de Lis y el León, y el séptimo De cómo un rey perdió Francia.

Es un derecho de nosotros los lectores, leer a nuestro propio ritmo.   Leer el final de primero, saltarnos páginas, detener las lecturas y otros que podrán descubrir si leen el famoso ensayo "Como una novela" de Daniel Pennac, muy ameno y con un enfoque atrevidísimo en el que analiza las causas de por qué los adolescentes temen a la lectura así como propuestas como Los 10 derechos del lector.

En fin, interrumpí la lectura de Druón, porque hacía un tiempo que me guiñaba "La Caida de los Gigantes" de Ken Follet (primera de una saga de tres libros, que relata desde el punto de vista Inglés  los acontecimientos que arrastraron a la I Guerra Mundial y cómo transformó el entorno social de dicho pueblo).   Aunque me gustó, y de hecho fue un Best Seller, sentí en su lectura una gran influencia de La Guerra y La Paz de Tolstoy.   Lo que por otro lado no lo desmerita, pues en este caso el escenario es ocupado por los ingleses, alemanes, rusos y americanos.   Me encontré allí con Ethel, ese personaje transcendental, más grande que la vida misma, hija del presidente del sindicato de mineros en Gales, y su paso a través de la influyente familia Fitzherbert, hasta alcanzar un nivel de influencia política que la hacen llegar a ocupar un escaño en Westminster.

Había pasado unas páginas al segundo volúmen, El Invierno del Mundo, que da continuidad a los personajes de la primera saga, pero me he aburrido... así que detendré esta lectura de Follet por el momento.

Otro tipo de obras, son las autobiográficas, pero hay una particular que fue escrita en ese género, pero no por su propio autor, o digamos que basándose en datos históricos del mismo autor, nos transporta a aquellos tiempos finales del Imperio Romano.   Me refiero a Memorias de Adriano, de la belga Marguerite Yourcenar, publicada en 1951.   Fue una obra que en su tiempo ya era aclamada por la crítica, un best-seller, y considerada fuente de sabiduría, crecimiento, pensamiento, excelentemente narrada y con una intimidad encantadora.   Hablaré con más detenimiento de mis impresiones de esta lectura en una próxima entrega.

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